Educación


Esta es una historia que a mí me contaron muy vagamente allá por el año 2015. Me recuerdo haberme emocionado demasiado con esta historia que hasta decidí grabarla cuando la contaba y luego pasarla a papel. La persona que me la contó, la contaba con tanta emoción, con tanto sentimiento, alegría y orgullo de haber vivido este gran viaje para darle una vuelta de 180 grados a su manera de pensar. En ese entonces que me la contaron yo tenía a penas 17 años, y no había comprendido muy bien la moraleja de la historia porque no era a la parte que más atención le había puesto. Ahora más grande, vuelvo a leer esta gran historia y me doy cuenta que es lo que realmente importaba durante toda la historia y que el protagonista lo recalca una y otra vez, espero la disfruten y entiendan el poderoso mensaje que esta transmite.

Aviso: la historia contiene lenguaje soez y habla también de sustancias ilegales en El Salvador (drogas).

***

Las cosas solo poseen el significado que les queramos atribuir, ya sea porque poseen importancia socialmente, económicamente, árticamente, etc. nada es importante en sí, importancia es una cualidad que uno le pone encima a un objeto, evento o persona


Hace ya unos años estaba pensando en cómo diablos iba a pagar la universidad, para aquellos días mi gran gana era regresar a la universidad ya que me había convencido, (porque a uno no lo convencen, uno acepta las opiniones de otras personas como válidas y se convence solo) de que la universidad era la única manera de lograr tener alguna especie de éxito, en la forma más vaga y abstracta posible. En mi imaginación solo existía la palabra éxito y la promesa de salir del teléfono y de los call centers, la segunda siempre fue suficiente motivación como para que no le prestara mucha atención que digamos a la primera o que exactamente implicaba tener éxito en esta vida.

No tenía idea de que estudiar, me había decidido por psicología la última vez que estudie solo gracias a la pura suerte de que una moneda que tire al aire salió cara y no corona, entonces me decidí por psicología en lugar de filosofía, después me di cuenta de que ninguna de estas dos opciones me pintaban la posibilidad de un futuro donde llegaría a tener muchas posibilidades de trabajar de lo que estudie. Pero en aquellas épocas esa fue la manera más objetiva de elegir mi carrera. Pero después de un tiempo paso lo que siempre pasa cuando uno tiene planes complicados y bien estructurados, la vida viene y le quita lo arrogante a uno botándole los planes de una manera total y completamente imprevista.

Pero volviendo al punto, no tenía que idea que estudiar, así que me decidí por una que me parecía un punto medio entre el gusto que le iba a encontrar a la carrera por el tema que iba a estudiar y la posibilidad de empleo que esta iba a darme, me decidí por diseño gráfico. Eso estaba resuelto, me sentía mas cómodo con la idea de que iba a estudiar diseño gráfico, me sentía cómodo con la idea de que iba a estudiar. La idea parecía buena, había logrado hacer la parte más difícil, ahora solo faltaba la parte más fácil, el conseguir dinero de alguna manera.

Por aquellas épocas estaba trabajando en un call center de madrugada y estaba viviendo por allí por la San Ramón en un apartamento diminuto, siempre he sido de la mentalidad que uno tiene que trabajar con lo que tiene a la mano y ver que sale. Entonces, según mis cuentas, podía:

A) Vender mi cuerpo, eso no funcionaba muy bien que digamos porque trabajaba de madrugada y las prostitutas de día ganan menos.

B) Asaltar transeuntes o subirme a los carros con un arma y llevarlos a dejar por el cementerio general para que los desarmen y me paguen por las partes.

C) Vender drogas de algún tipo desde el botadero de apartamento donde vivía.

A pesar de lo tentadora que sonaba la opción de vender mi cuerpo por dinero me termine decidiendo por distribuir substancias ilícitas desde mi domicilio, lo escribo de esa forma porque ese es el cargo que me iba a poner la policía si me encontraban. Pero todo sea por la educación, lo que quiera que eso signifique.

Conseguir distribuidores a buen precio no me salió tan difícil como pensé que me iba a salir, fue solo cosa de empezar a preguntar entre todos los drogadictos locos y bolos que conocía, por alguien que estuviera vendiendo papeles (acido, LSD), tachas (Éxtasis, MDMA en pastilla con otras cosas) y mota a precios razonables. Al par de días de estar preguntando por allí empecé a hacerme de ambos posibles distribuidores y posibles clientes. Al final que logre dar con un tipo que me aseguro que me iba a vender a buen precio las cosas que buscaba.

El tipo, de quien no me acuerdo el nombre, nunca lo vi sobrio y siempre parecía como que si venia de algún gran “patín” e iba en dirección a otro. Siempre una pipa de mota medio llena en el bolsillo y uno que otro alucinógeno guardado en una bolsa de la gorra que llevaba. Parecía buena persona.

Pasó el tiempo y la venta iba relativamente bien, casi solo se estaban vendiendo los ácidos y un poco de mota, como a eso de las 3 semanas ya casi había logrado llegar a la meta de poder pagar la matrícula de la universidad y hasta había sobrado suficiente para conseguirme unos dos sillones de a $25 el par, estaba viviendo con lujos inimaginables.

Durante esa época en el trabajo me hicieron tomarme mis vacaciones anuales y yo no le vi mayor objeción más que el hecho de que estaba totalmente en quiebra y tomarse vacaciones en un call center siempre sale caro, no tanto por el gasto que uno hace sino porque las maquilas estas le pagan a uno dos quincenas de una vez. La idea no suena mal, pero nada que haga una empresa lo hace a favor del empleado a menos que lo obliguen las leyes, a pagarle a uno dos quincenas de una sola vez. Le quitan a uno bonos, nocturnidad y cualquier otro extra que uno se gana aparte del sueldo base, Además, por la ganancia de una sola quincena uno en planilla le pasan a otra taza de descuentos de impuesto y de seguro social, en conclusión a uno se lo lleva la “legión de putas” cuando se va de vacaciones. Pero esta vez no me preocupaba mucho que digamos, tenía mi colchón de papeles y mota. Así que invertí el dinero que me dieron de las vacaciones en substancias y me decidí a conseguir mi inversión de regreso y algo extra. Y así fue, pase mi vacación subiéndome en buses por todo San Salvador, iba a Antiguo, a Tecla, a la Zaca, a Ayutuxte y Dios sepa donde diablos más. Para el final de las vacaciones y 5 semanas después de haber empezado el proyecto este, había conseguido darme suficiente dinero para poder pagar la matrícula y los primeros 2 meses de la universidad, contando con el costo de materiales, que para la carrera que quería no es poco lo que se gasta en eso.

Me sentía como todo un empresario capitalista exitoso, lleno de ánimos y de una sensación de "yo puedo hacer estas cosas" que me hacía sentir como una especie de Bob Esponja con pantalones más baratos y solo me quedaban 3 días de las dos semanas, de vacaciones. No tenía idea de que hacer, no tenía idea de dónde ir y era un martes en la noche. Hice lo que siempre hacia por aquellas épocas, sentarme en frente a mi computadora a fumar mota y cigarros en lo que veía alguna película y hablaba con alguien por el cara de libro. En este caso, había hasta puesto la cámara para hablar con K, le estaba contando de todo esto y le digo que todavía me sobraban 3 papeles y como media onza de mota y ella sale con la brillante sugerencia

"Y por qué no te das los papeles (LSD)?"

En un inicio nos reímos de la idea, pero al pasar la noche, la idea iba creciendo, agarrando forma, la excusas que validaban la idea se empezaban a formar:

"He trabajado toda la vacación, necesito un descanso"

"Se me van a acabar las vacaciones y no hice nada más que trabajar"

"Solo se es joven una vez"

"Ya voy a empezar a ser responsable y estudiar y etc., me merezco un buen vacil"

El que quiere algo le van a sobrar las excusas, así como el que no quiere algo le van a hacer faltar las razones. Y así fue como un poco antes de la media noche fume un último poco de mota y puse los tres papeles frente al monitor de computadora y me les quede viendo un rato. En todo lo que los estaba viendo la conversación con K fue algo así:

"Vieja, que pedos, que decís, me doy los 3?"

"No sé, ahí vete, yo que vos me diera uno o uno y medio. O me esperara a dármelos en otro lado"

"Puta, vieja, pero ya están allí y ... ahuevo"

"Ahuevo"

Uno no habla mucho cuando esta tostado, los dos estábamos más tostados que un par de tortillas recalentadas en una hornilla de cocina. En todo lo que los dos repetíamos la palabra "ahuevo" como tontos opte por dármelos todos, los 3.

Vamos a un poco de datos con el LSD, una dosis regular, en teoría debería tener de unos 250-450 microgramos por cuadrito de papel, la dosis que se considera peligrosa es de los 750mg para arriba. Ahora esto es sacado de datos de gringos y de experimentos hechos en mejores condiciones de salud y alimenticias que las mías, pero también los ácidos gringos quizás tengan mayor pureza en la calidad de la substancia o quizás no. El punto es que yo me di, en teoría, entre 750-1350mg, no necesito especificar las razones de por qué esto fue una terrible idea, además de que no podría dar información adecuada de todos los procesos fisiológicos y psicológicos de una manera objetiva sin quitarle el chiste a la historia. Así que mejor ilustro el punto con un mito sacado del internet:

En los 50s y 60s cuando el ácido era todavía legal en los estados unidos los hippies vendían bastante acido a quien quisiera, lo cual hacia que fabricaran este en cantidades casi industriales. La leyenda cuenta que cuando alguien les jugaba mal a ellos o se los quería bajar, ellos siendo personas de paz amor y todas esas ideas anti-naturales, no mataban a la gente, pero no se puede vender drogas sin tener por lo menos un método de represalia para aquellos que se quieren pasar de vivos, entonces lo que hacían es que agarraban a esta persona y se lo llevaban a un bosque, una vez allí lo amarraban a un árbol y le vaciaban un bote entero de ácido en la cabeza, logrando que el tipo pasara un par de días en la loquera más intensa de su vida, un viaje del que probablemente ya no regrese y si regresa ya no regresa igual.

Ahora, como era de esperarse me los tomé y no paso absolutamente nada, al principio. Yo sabía que tenía que esperar, pero esa espera es algo desagradable a veces, para mí era particularmente horrible porque con casi cualquier substancia que me doy paso por un momento de "no debería haber hecho esto", en este caso esa fue una sensación que me duro por los 45 minutos que se tomó el ácido en pegarme. Pero cuando me pegó, vino patada al pecho, no se anduvo con esas subidas decentes y progresivas. En un momento estaba bien y en el siguiente estaba con la espalda pegada a la pared sintiendo que se me salía el corazón y sin poder quitarme de la cabeza la sensación de que no podía estar encerrado, me intentaba tranquilizar pero era completamente inútil, tenía demasiado acido encima para poderme quedar quieto. Lo que tenía que hacer era obvio, tenía que salir a la calle, el único inconveniente de eso era el hecho de que estaba viviendo a unas 2 cuadras de los “trances” de la San Ramón, si iba en esa dirección.  Si iba en la otra dirección estaba también a unas cuantas cuadras de la pradera y la gente que anda en las calles a las 2 o 3 de la mañana no son muy agradables la mayor parte del tiempo. Esto me iba a servir mucho para cuando estudiara diseño gráfico, no sé exactamente cómo, pero de algo va a servir.

Caminé en dirección al monumento de la chulona, pasando el súper y debajo de una pasarela habían dos bichitos jugando futbol, hasta el día de hoy no sé si era alucinación de parte del ácido o si de verdad habían dos chavitos jugando futbol de madrugada. Sea cual sea la respuesta a esa pregunta yo vi que se les trabo la pelota en un árbol y decidí, con todos los ánimos del mundo que le da a uno el ácido,  que me iba a subir a bajar la pelota. En retrospectiva los chavitos esos probablemente la hubieran bajado mucho más rápido que yo, pero en ese momento no pensé en absolutamente nada, solo actué. Me subí al palo con una sonrisa de idiota, llegue a la rama donde estaba la pelota y la quebré con mi peso, no sentía absolutamente nada, había llovido hacia unas horas, no mucho, solo lo suficiente para poder empapar las hojas de los arboles, me quede en el suelo por un momento, lleno de agua, hojas y tierra, vi para arriba y se podía ver la luna por el agujero que había hecho en las ramas al caerme, fue un momento perfecto, por un instante parecía como algo sacado de una exposición de arte, una imagen perfecta, me sentí por un instante en paz. No estaba pensando, no estaba analizando todo y tratando de controlar y sistematizar las cosas. “With acceptance comes bliss” lo que quiere decir “Con la aceptación viene la dicha”.

Los chavitos se empezaron a reír a carcajadas y sin otra cosa que poder hacer al respecto, me reí con ellos, les devolví la pelota y seguí mi camino. El ácido ya empezaba a tirar patrones visuales, las luces de la calle empezaban a dejar estelas en mi campo de visión mientras me movía. Yo no sé cómo le afecta a las demás personas, pero a mí lo que me hace es que dejo de percibir las limitaciones subjetivas entre los conceptos de los objetos que percibo, como decir, la capacidad de ver una pared y utilizar el término "pared" para separar el concepto y por lo tanto el uso funcional que va asociado con el objeto. Es decir que si estoy parado encima de una serie conectada de ladrillos pero no está vertical esta no es pared, es "suelo", esto no es visto como una serie conectada de ladrillos. Pero cuando estoy en ácido se pierde el significado de los símbolos que estoy viendo, permitiéndome reestructurar las ideas y juicios preconcebidos que tengo con respecto a los objetos, personas y situaciones. Reescribir la realidad mediante la reestructuración de ideas. Lo cual también causa eventos divertidos como el quedarme jugando con un yo-yo de esos que tira luces por varias horas, maravillado del hecho que tira luces, riéndome como niño chiquito cada vez que se enciente. Alli es que entra la felicidad del ácido, la incapacidad absoluta de acordarse claramente de las asociaciones negativas que uno tiene en su percepción de la realidad.

Los patrones visuales se hacen más intensos, las luces de la Chulona me parecen la cosa más hermosa que he visto, dejando estelas de morado, anaranjado y rojo por todo mi campo visual. Voy sonriendo como tonto y parece que alguien más se dio cuenta de que andaba bien loco. Un tipo pequeño, moreno, con una cara cansada el pelo canoso y sin ninguna prenda de vestir más que un pantalón sucio se me acerca con un aire de querer aparentar confianza y carisma pero que por pura ausencia de ropa y la cara de loquera que se maneja termina pareciendo una sátira perfecta de la imagen que busca proyectar. Se me acerca lo suficiente para poder olerlo, ese olor ligeramente dulzón y amargo que lleva la gente cuando anda sudando la piedra (Crack), de una boca llena de dientes manchados de todos los tonos posibles de verde café y amarillo salen palabras, a mí me parecen ruidos, no entiendo la configuración del código que está usando, me extiende una mano con una billetera en ella, asumo hoy en día que me la quería vender.

Con los ojos dilatados al punto de la ridiculez y la sonrisa más estúpida y más sincera del mundo le pongo una cora en la billetera y camino en dirección al monumento, completamente ignorante de que estaba pasando a mis alrededores. Intenté sentarme, intenté apreciar las luces, la vista, la calle vacía y el silencio, pero la loquera era demasiada, la energía era tanta que no me podía quedar quieto. Decidí seguir caminando y ver que pasaba.

Llegando cerca del burguerking que está al otro lado de la pradera se me acerca un tipo moreno, delgado un poco alto, camina rápido, muy radio, no puedo entender porque se mueve tan rápido. Antes de que me dé cuenta tengo la punta de un cuchillo puesto en el estómago y el tipo me está preguntando:

"Que putas querés chele, que andas haciendo por aquí, a comprar venís o qué putas pues, ah!?"

El lenguaje si me funcionó esta vez, le dije que iba a la gas a comprar cigarros, parte de mi cerebro me decía que debía preocuparme, pero la mayor parte de mi línea de pensamiento estaba enfocada en el brillo del cuchillo, la manera en que este reflejaba la luz y los colores.

"Va chele, ahí me pasas dejando un par de cigarros cuando vengas de regreso"

Fui a la gas, compre un par de cigarros y con toda la buena voluntad del mundo regrese a tratar de darle unos cigarros, honestamente me sentí un poco decepcionado de que se hubiera ido antes de poderle dar los cigarros. Seguí caminando en dirección al Salvador del Mundo, los patrones visuales se hacían todavía más intensos, la disociación de conceptos me impedía usar un encendedor, no lograba entender adecuadamente cómo funcionaba, sonreía como tonto y decidí que fumar podría ser mala idea. No podía pensar, no podía razonar, sentí mi capacidad de estructurar ideas coherentes derretirse y en lugar de ella se estableció un sola idea concreta que duro por el resto de las 22 horas del viaje:

"¡Por la gran puta! Ya me quedé arriba del palo. Hoy si ya no bajé.
.
.
Y entonces, ¿qué hacemos? Ya nos quedamos majes ¡We're now retarded!
.
.
OK, so we're just gonna have to be the best goddamn retard possible!! I'm gonna be the best retard this world's ever seen!!"

La idea esa iba sumada a un pánico terrible causada por todas las historias que uno tiene de gente que jugo con los alucinógenos y no se logró “bajar del palo”. Pero en ese momento no podía enfocarme suficiente como para preocuparte por absolutamente nada. Seguía caminando en dirección al salvador del mundo, no estaba seguro de que iba a hacer cuando llegara, el punto era caminar, la simple idea de estar adentro de algún lugar que tuviera paredes y techo me producía claustrofobia.

No sabía que más hacer, no tenía a donde ir y a las 3 de la mañana no hay muchas personas a quien despertar con una conversación frenética y desesperada sobre cómo voy a tratar de ser el mejor retrasado del mundo. Llamar personas no me parecía una opción. Decidí, entonces, seguir el camino, moverme, caminar.

El tiempo se siente diferente cuando uno está en acido, no se siente para nada, de la forma  que a uno se le olvida buscar recordatorios del tiempo, del orden que uno está acostumbrado a llevar, Es como no andar ni teléfono ni reloj y estar en un lugar nuevo para uno, la hora se mide intuitivamente, viendo el cielo. Esto, en teoría funciona cuando se está en un lugar donde se pueda ver el cielo sin la cantidad estúpida de luces de la ciudad. Eran las 3 de la mañana y me encontraba caminando cerca del Salvador del Mundo pensando que ya casi iba a amanecer.

Me senté e intenté apreciar las cosas, el mundo parecía respirar, las superficies de todo parecían expandirse y contraerse cada vez que respiraba. Eso quería decir que debía tener las pupilas como que eran pequeños túneles sin luz. Los carros pasaban y mi cerebro intentaba hacer una distinción entre cada movimiento individual del motor de estos, en lugar de un solo sonido solido intentaba fijar mi atención en cada pequeña explosión del motor de combustión, cada movimiento de cada pistón. No siempre podía, pero a veces era capaz de distinguirlos.

Un agente del CAM se apareció, parecía un chiste de ser humano, como si alguien hubiera visto demasiadas caricaturas gringas y se inventara ese tololo desmesurado de ser humano que estaba frente a mí. El uniforme a duras penas le quedaba y no caminaba poniendo un pie delante de otro, no, él se tambaleaba de lado a lado para avanzar, moviendo la inmensidad de su panza delante de sí mismo. Este iba a acompanado de una mujer, robusta, pero nada cercano a las proporciones de ese tipo, las cuales parecían se capaces de generar su propio campo gravitacional.

Ambos comenzaron a cuestionarme el por qué estaba allí, no tenía una respuesta, no tenía respuestas, no tenía nada en la cabeza. Solo tenía una vaga idea de por qué estaba ocurriendo todo eso, pero estaba relativamente feliz de lo que sea que viniera. Por un segundo pensé en decir algo, en explicarles las luces, los colores, la vida que se podía percibir en cada pequeño segmento de la existencia. La sensación casi incomunicable de que todos somos parte de una construcción inconmensurable de proporciones tan amplias que es imposible verla. Que nuestra conciencia no es real, solo es una construcción social.

Lo vi con los ojos dilatados y la sonrisa de loco por unos instantes, con la mano en la macana me ve con toda la seriedad posible y me dice:

"¡Ajá!, entonces, bicho, ¿qué putas estás haciendo?" 

Abrí la boca para comunicar esto, las palabras empezaron a formarse en mi cabeza, pero fue como un cuete que empieza a subir pero nunca revienta y le termina cayendo a alguien en la cabeza.

"HARTATE UNA PEROLADA DE MIERDA, GORDO CEROTE"

Le dije yo con toda la elegancia y sutileza posible mientras salí corriendo en dirección a la constitución otra vez. Si me trato de seguir no me di cuenta, supongo que el suelo habría retumbado de ser así. Pero creo que un hombre de su "robusta" complexión está por encima de perseguir loquitos acidados.

Corría, no sabía por qué no me detenía, solo me seguía moviendo por un momento me sentí como un animal, algo carente de razonamiento, incapaz de pensar, solo reaccionando ante las luces demasiado brillantes, los ruidos demasiado fuertes y los olores demasiado extraños. Corría y no pensaba. No se cuánto tiempo habré corrido, pero cuando me detuve estaba de regreso frente a mi edificio, empapado en sudor, confundido pero terriblemente satisfecho, como si de alguna manera hubiera escapado de algo que nunca antes me había dado cuenta que me estaba siguiendo. Me sentí libre, me sentí lejos del mundo, vi hacia la luz de un poste que tapaba la luna y vomite. Un día, este vagabundo con los zapatos llenos de vomito tendría un título universitario.

Mi cuerpo me decía que no debía tratar de seguir, mi cuerpo estaba exhausto, pero mi mente seguía dando vueltas, subí los gradas corroídas por óxido y pasé junto a paredes llenas de grafiti y manchadas por la lluvia. Ventanas quebradas y olores a basura y a comida cocinada, a detergente y a lejía, olores de personas, olores de la urbe.

Entre en la burbuja ilusoria de privacidad que era mi apartamento, digo ilusoria porque las paredes eran tan delegadas que un podía escuchar a alguien toser o cambiar de canal en la televisión de los apartamentos adjuntos. Esto hacia que uno de mis vecinos se diera cuenta exactamente de cuando estaba fumando mota, entonces uno de ellos siempre llegaba a pedirme, pero esa es otra historia. Entrando en el apartamento pude controlar mi ansiedad, pero los visuales se intensificaron. Intenté fumar mota, después de un solo jalón me di cuenta de que tan mala había sido la idea, todo se puso negro por un instante, como si algo se hubiera comido toda la luz del universo. Una oscuridad sintética, como fabricada. Daba la sensación de que seguía hasta la eternidad. Incapaz de saber que estaba ocurriendo entré en pánico, incapaz de razonar sobre lo que estaba pasando reaccioné y empecé a golpear el aire, golpeaba hacia la nada, di con una pared y me abrí un buen corte en la mano, di contra mi refrigeradora y la abolle, di contra una puerta de madera y me llene la mano de astillas. Finalmente en uno de los movimientos di contra una puerta que estaba abierta y caí hacia adentro. Estaba ciego temporalmente, viendo colores abstractos e imágenes incomprensibles. Me quedé sentado en la oscuridad de mi cuarto riéndome solo, riendome de nada, recuperando la vista por partes, viendo lo que había hecho.

Me metí a la cama, tratando en vano de poder dormir, pero lo único que logre fue poner atención a todo lo que estaba pasando a mí alrededor, eso fue suficiente para hacerme entrar en pánico otra vez. Todavía no amanecía, pero ya estaban pasando los buses, había un poco más de movimiento en la calle pero no había luz del día. En una terrible desesperación agarré el primer bus que vi, no tenía idea de para donde iba, pero había una ventana, había movimiento, había gente, había ruido. Me sacaba de la demencia auto inducida de mi cabeza.

Subiéndome al bus vi al tipo que lo manejaba, los ojos rojos de la talega que todavía llevaba, con un olor a cigarros mota, sudor y guaro. Parecía pegado al asiento, por un momento pensé que era parte misma de la maquinaria, como si estuviera conectado al bus a través de una serie de dispositivos biomecánicos. Más bus que persona, pegado al asiento y prácticamente ausente de reacción humana, una parte más de la máquina. Había una canción de los Ángeles del infierno sonando que decía que él iba a morir con las botas puestas, la idea me hizo cosquillas en la conciencia de alguna forma que no logré captar del todo. Me senté al fondo del bus viendo el pasillo, sin poder dejar de sonreír. Me pase para una ventana a ver las luces a ver la gente, a ver el amanecer industrial en la urbe, el cemento, el asfalto y el vidrio brillando con un tono de naranja que me daba, en ese momento, la impresión de que el mundo entero estaba en llamas. El infierno de la ciudad.

Resulta que el bus era la 46-c. Me llevaba al centro, las calles todavía no estaban llenas de gente, las personas que la transitaban eran escazas y tenían todos las mismas expresiones vacías en las caras, todos trabajan más de lo que vivían, existían para labores absurdas que consumían su existencia entera y los definían como personas. Me bajé del bus a un par de cuadras de Catedral, las calles estaban llenas de personas, las que levantaban los puestos del mercado, los que tenían que llegar a una oficina a hacer limpieza y poner el café antes que llegaran los demás, los que entraban antes de que amaneciera y salían después de que anocheciera. Esos trabajos que hacen locos a los hombres. Esa era la vida que me esperaba cuando bajara del viaje.

Tuve en ese momento una especie de epifanía, esa no era la vida que buscaba, sea lo que sea que se pudiera conseguir deshaciéndose el alma con labores así, no era el camino que debía seguir. Trabajando para comprar cosas que no necesito para llevar una vida que no quiero, para impresionar personas que no me agradan, para satisfacer esa vocecita estúpida que me decía que debía ser productivo y ganar dinero, tener un carro, conseguir una casa, tener un hijo y una vida miserable con una mujer a la que deje de importarle al par de años de casados y repetir ese patrón miserable de mierda de vivir de institución en institución, del kínder, al colegio, al bachillerato, a la universidad, al trabajo, al hoyo de mierda en el suelo donde voy a acabar mis días y educar a mis hijos en el mismo patrón de mierda para que ellos también pudieran ser igual de miserables que uno mismo. No tenía ni la menor idea de que putas era lo que quería en la vida, pero estaba seguro de que no era eso.

Entonces pasó alguien con una cabra vendiendo leche de cabra fresca y dije en voz alta para la sorpresa de la gente que pasaba a la par mía:

"¡Puta!, una cabra.



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